Siria: Rusia desafía a Estados Unidos a través de la Puerta del Levante

Por Elijah J. Magnier: @ejmalrai

En 2011, una importante coalición árabe-occidental se unió e invirtió en financiamiento, apoyo mediático y recursos militares intentando derrocar al presidente sirio Bashar al-Assad. Para este propósito, la alianza estableció una serie de salas de operaciones militares donde los servicios de inteligencia estadounidense, británico, turco y árabes fueron establecidos en el norte de Siria, Jordania y Turquía para prepararse para la etapa post-Assad. Pero este presidente ya había rechazado darle cualquier concesión al secretario de estado Colin Powell cuando lo visitó en 2003 luego de la ocupación de Irak. Dos años después del inicio de la guerra, el presidente sirio le pidió ayuda a sus aliados Irán y Líbano (y más adelante Rusia) para que cada de uno de ellos preservaran sus intereses, metas estratégicas y obligaciones con su socio sirio. La intervención del ejército ruso llegó en septiembre 2015. Se debió a varios factores: mientras que las fuerzas iraníes y aliadas dominaban la tierra, se necesitaban a las tropas de Moscú para dominar el espacio aéreo sirio, y esto volteó el tablero a la coalición árabe-internacional. ¿Hoy la situación cambió para el presidente Assad, ahora que la mayoría de las partes de Siria han sido liberadas? ¿Qué quiere Rusia: control del Levante o la salida de Assad? 

El presidente Hafez al-Assad y su hijo Bashar no le ofrecieron concesiones respecto a los Altos del Golán, rechazaron la reconciliación con Israel: no entregarían territorio sirio a cambio de un acuerdo de paz. Muchos años después, el presidente Bashar al-Assad se negó a entregar a los cabecillas de Hamas y Hezbolá como Estados Unidos le exigió hacer en 2003, 2008 e incluso en 2018. Durante la guerra en Siria, los Emiratos Árabes Unidos mediaron para que una delegación de los Estados Unidos visitara Damasco como propuesta para terminar la guerra y reconstruir lo que había sido destruido a cambio de expulsar a Hezbolá, Irán y Rusia del Levante. 

Al estallar la guerra en Siria en 2011, Rusia no estaba lista para emerger de la hibernación autoimpuesta y mantuvo congelado su papel internacional y en el Medio Oriente. El entonces presidente Dimitry Medvedev permitió que la OTAN destruyera Libia en 2011. Sin embargo, en 2015, cuando el presidente Vladimir Putin estaba en el poder, se apretaron las tuercas sobre los aliados de Siria en las zonas rurales con el despliegue de decenas de miles de yijadistas y militantes financiados y entrenados por una docena de países árabes y occidentales. El mayor general Qassem Soleimani viajó a Moscú y fue capaz de persuadir al presidente Putin para que enviara sus aviones al Levante para defender los intereses rusos (la base naval en Tartus que había sido amenaza de ser removida por los yijadistas) y su aliado sirio. 

Desde esa fecha, los medios árabes y occidentales no han cesado de caricaturizar las capacidades militares rusas. Los think tanks occidentales tenían la esperanza de que Rusia pudiera fracasar, y predecían su descenso al tremedal sirio. Cuando Rusia demostró se superioridad aérea eficiente (Irán se comprometió a asegurar las fuerzas terrestres para que avanzaran sobre los ataques aéreos rusos), analistas temerarios declararon, en una imagen que reflejaba las intenciones de los Estados Unidos, estrategia y anhelos de que Rusia quería quitar al presidente Assad e imponer a quien quiera que fuera porque Moscú se había convertido en la fuerza dominante en el Levante. 

Y cuando esta teoría se agotó, comenzó otra aproximación ingenua, que afirmaba que en Siria había un entendimiento ruso-estadounidense para desplazar o marginar al presidente Assad. Naturalmente, aquellos -que habían pasado nueve meses creyendo, promoviendo y prediciendo la caída del presidente al-Assad y el gobierno de Damasco cada mes o cada año- están en estado de ilusión permanente. Ignoran lo que dijo el ex Primer Ministro qatarí Hamad bin Jassem cuando valientemente reconoció la derrota: “[la presa] se escapó de la trampa, y llegó el momento de que reconozcamos la realidad de nuestra derrota”, dijo. 

Fuentes de importancia dentro del Eje de la Resistencia en Siria dicen que “no hay un acuerdo Rusia-Estados Unidos, sino más bien un claro desafío a la influencia de Washington en el Medio Oriente. Rusia está acosando aviones estadounidenses, acercándoseles a una distancia crítica. Rusia apunta a conseguir la aprobación de Assad para expandir su base aérea de Hmeimim, su base naval en Tartus y crear más bases estáticas en el norte de Siria. Rusia ha decidido que el Medio Oriente forma parte de sus intereses estratégicos en la confrontación con fuerzas de los Estados Unidos que están basadas en el Medio Oriente y Europa. Para Rusia solamente es posible sobrevivir en el Levante si se establecen relaciones estratégicas con el presidente Assad, Irán y sus aliados. Los aliados de Irán aprovechan cada oportunidad para desafiar la autoridad de Estados Unidos en la región, lo que calza perfectamente dentro de los objetivos de Rusia”. 

Desde que Rusia decidió actuar en la arena siria, su liderazgo no estaba preocupado en lo más mínimo sobre caer en el tremedal de la región. De este modo, ha dependido de Irán y sus aliados el restituir el poder al presidente Assad sobre todos los territorios sirios ocupados. Por lo tanto, Rusia no tiene intención de ganarse hostilidades con yijadistas suníes así como de enfrentar a los chiíes y alauitas en una impredecible guerra de desgaste. Si esto ocurriera, Rusia estaría enfrentando otra guerra de Afganistán-1981, un “objetivo” opuesto a los planes de Putin de establecerse en el Medio Oriente. Es esencial agregar que Rusia no controla la tierra ni necesita un ejército para desplegarse, proteger o incluso iniciar una nueva y costosa guerra, luego de ver las capacidades confirmadas de Siria y sus aliados en el campo de batalla a lo largo de los años del conflicto sirio. 

“Rusia prometió modernizar la flota aérea siria y la capacidad misilística defensiva-ofensiva del ejército. Además, Moscú invertirá en una parte de los proyectos de reconstrucción de la infraestructura siria, principalmente en el campo de la energía. A cambio, Rusia expandirá su capacidad de combate para enfrentar a los Estados Unidos y la OTAN. El presidente sirio está negociando con el presidente ruso como un aliado estratégico incluso teniendo Rusia aliados -como Israel- que son enemigos de Siria. Rusia decidió cooperar con varios países del Medio Oriente, y esto significa que quiere aliados fuertes en Siria, Líbano e Irak. Esto sólo puede ser posible mediante su relación con el presidente Assad y con Irán, una posición fuerte e influyente en ambos países”, explicó la fuente. 

El presidente Putin le ha asignado a los Ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa negociar con el estado sirio la expansión de la presencia militar y el despliegue de bases, porque Rusia, con toda seguridad, no quiere irse del Medio Oriente. Se acabó la era del unilateralismo norteamericano, y la nueva, robusta, posición rusa en Siria y Libia ha creado una brecha dentro del área de influencia de la OTAN. Rusia ya no permanece en una posición pasiva sino que, con su posicionamiento, se ha movido a la fase de confrontación. Por lo tanto, la expansión de la posición estratégica rusa tiene poco que ver con la continuidad en el poder del presidente Bashar al-Assad. Y Assad decidió mantener las próximas elecciones presidenciales a pesar del intento internacional, que incluye a las Naciones Unidas, de evitar el regreso y el voto de refugiados sirios de los países cercanos. 

Rusia cree que en este momento Estados Unidos está débil. Por lo tanto, debería tomar la ventaja de los conflictos domésticos del presidente Donald Trump y el desafío que enfrenta en los próximos meses, cuando las elecciones toquen las puertas de los Estados Unidos. A Rusia le gustaría aprovechar esta oportunidad para progresar en el frente del Medio Oriente, y así establecer una posición robusta en las cálidas aguas del Mediterráneo. 

El presidente Trump está en una pugna doméstica debido al mal manejo de la pandemia del Coronavirus y el alto número de estadounidenses que ahora se encuentran en el desempleo. Además, por más de una semana, está enfrentando un verdadero reto a su mandato basado en su respuesta provocadora a la discriminación racial apoyada por el estado. Está en crisis con China y Rusia. Ha tenido que tragarse los desafíos iraníes: no sólo bombardeó la base estadounidense más grande en Irak, sino que también violó las sanciones a Venezuela enviando cinco tanqueros y repuestos para repara las refinerías. El presidente de los Estados Unidos está demostrando debilidades severas en varios frentes y ha logrado juntar al oso ruso y al dragón chino para enfrentarlo. Una nueva, y sólida, alianza estratégica -no una alianza ciega- entre Rusia, China, Irán, Siria y sus aliados en el Medio Oriente, está cobrando fuerza y está desafiando a la hegemonía de los Estados Unidos. 

El presidente Putin ha designado a un enviado especial como intermediario entre él y el presidente Bashar al-Assad para que no hayan impedimentos entre los mensajes, acuerdos o decisiones rápidas que deben tomarse o para desplazar cualquier obstáculo lo más rápido posible. Es la era de la colaboración entre aliados, no la del bullying o la dominación, en contraste con el estilo de los negocios habituales de los norteamericanos con el Medio Oriente. El Medio Oriente está viviendo una nueva era: se ha creado un equilibrio que había estado ausente por décadas. 

Traducción: Diego Sequera

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