No habrá cambios en el mandato de la UNIFIL; fracasó el intento de destruir al estado libanés

Por Elijah J. Magnier: @ejmalrai

Traducido por Diego Sequera

Estado Unidos amenazó con retirar su apoyo financiero anual de 135 millones de dólares (27% del costo por año de 500 millones) a los 10 mil efectivos de la UNIFIL (la fuerza de paz de Naciones Unidas) desplegados en el Líbano a menos que su mandato sea fortalecido. A petición de Israel, Washington exigió que las fuerzas de la UNIFIL desarmen a Hez bolá y evacuen sus depósitos de armamento al sur de Líbano. Pero, sobre todo, Estados Unidos querían que las tropas de la UNIFIL evaluaran e informaran a Israel del despliegue y las ubicaciones exactas de las altamente entrenadas Fuerzas Especiales de Hezbolá, las llamadas Ridwan, esparcidas a lo lago de las fronteras frente al ejército israelí. Sin embargo, las ilusiones USA-israelíes no han sido cumplidas. Una serie de eventos decepcionantes han frustrado esos objetivos: el veredicto del Tribunal Especial para Líbano (TEL) sobre el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri fue considerado insatisfactorio por un número de libaneses pro-Estados Unidos al momento en el que se preparaba el (fallido) golpe de estado contra el gobierno, el parlamento y el presidente Michel Aoun. ¿Así que cuál será el destino de la UNIFIL?

Al asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005 le siguió el alzamiento doméstico en el país contra el Eje de la Resistencia y pavimentó el camino para la segunda guerra israelí en julio de 2006, que no logró alcanzar sus objetivos. De hecho, en 2006, Israel apoyó a varios países del Golfo, liderizados por Arabia Saudita, y también a dirigentes políticos libaneses que actuaron como intermediarios de los Estados Unidos, con el objetivo de cumplir el deseo de Israel de desarmar a Hezbolá. No obstante, el asesinato de Hariri sí logró hacer que las fuerzas sirias salieran del Líbano. 

Al fracaso de desarme de Hezbolá le siguió a continuación otro intento por debilitar a la organización cuando Israel asesinó a Hajj Imad Mughnniyeh en febrero de 2008. Mughnniyeh fue el comandante militar de Hezbolá y el segundo al mando del Consejo Militar de la Yijad encabezado por Sayyid Hassan Nasrallah, el Secretario General de Hezbolá. Sin embargo, estas tácticas de asesinato no alcanzaron el resultado esperado, y nos recuerdan que los ataques contra líderes de organizaciones yijadisas nunca serán una forma efectiva para derrotar a grupos ideológicamente motivados, en especial uno con el ímpetu de Hezbolá. 

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Algunos meses después del mismo año 2008, figuras leales a Estados Unidos en el país -encabezados por el ministro de comunicación Marwan Hamadé, el primer ministro Fouad Siniora y el líder druso Walid Jumblatt- decidieron ayudar a Washington y Tel Aviv al intentar remover el sistema de comunicaciones privado y el circuito cerrado de fibra óptica empleado por Hezbolá, lo que representaba la columna vertebral de su “comando y control”. El propósito -como lo reveló Wikileaks que publicó los cables secretos entre la embajada estadounidense y los políticos libaneses- era paralizar el sistema de comunicaciones secreto de Hezbolá, y revelar sus ubicaciones secretas y dirigirlo en caso de otra guerra. De hecho, durante la segunda guerra en 2006, la organización chií demostró su capacidad de comunicarse en tiempo de guerra a pesar del control absoluto israelí de las líneas de celular libaneses y acceso a espiar los cables telefónicos terrestres. Dicho control, de haber sido exitoso, hubiera identificado el origen y la ubicación de las comunicaciones y en consecuencia podría haber identificado y apuntar a todas las oficinas, depósitos, líderes e individuos de Hezbolá. 

Hezbolá respondió un mes después ocupando Beirut con un alzamiento: unas cuantas horas en las que impuso sus líneas rojas, luego de haber advertido en contra de cualquier daño a su sistema, tratándolo como una “declaración de guerra”, como lo revela la información documentada de la correspondencia entre la embajada estadounidense en Líbano y Washignton. El lado pro-Estados Unidos, motivado por recompensas financieras, se encontró en el medio del ataque sorpresa de Hezbolá en docenas de apartamentos, armados hasta los dientes pero sin la voluntad de contra-atacar. Estos libaneses fueron traídos a la capital semanas antes del ataque de Hezboĺá desde distintas partes del país, en anticipación al día en el que crearían enfrentamientos domésticos haciendo una demostración de fuerza ante Hezbolá. 

Estos intentos internacionales y domésticos por desarmar y debilitar a Hezbolá se expandieron luego de que emergiera la información sobre el armamento sofisticado que posee la organización, y el peligro que representa el grupo para Israel. El próximo paso fue la guerra siria que comenzó en 2011, en la que los opositores al presidente Bashar al-Assad desde el primer día prometieron que su próximo destino sería Líbano: para cortar la vía de suministro de armamento y el financiamiento militar de Hezbolá que pasaba a través de los puertos y aeropuertos sirios. 

La Resolución 1701 de 2006 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con el apoyo del ejército libanés y su gobierno, le otorgó la autoridad a la UNIFIL para inspeccionar cualquier contenido sospechoso en los cargamentos que llegaban al Líbano para asegurar que no trajeran armas o municiones para Hezbolá. En consecuencia, Hezbolá recibía sus equipos militares vía Siria, su única línea de suministro. 

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