Rusia rompe con la Ley César de Estados Unidos y Siria rechaza la “libanización” e “iraquización” del país

Escrito por Elijah J. Magnier

Traducido por Diego Sequera 

Rusia está demostrando su voluntad por consolidar su papel como un súper poder para desafiar a los Estados Unidos tanto como lo entrañe este desafío. Moscú dejó de estar dispuesta a regresar al profundo letargo que vino luego de la Perestroika que duró dos largas décadas (de 1992 hasta 2011). Su decisión de despertar y regresar a la escena mundial comenzó en Siria. Eso fue en 2015 cuando envió a sus fuerzas militares a proteger sus intereses y aliados combatiendo al terrorismo en el Levante. Hoy en día, está enviando a Damasco a sus “pesos pesados diplomáticos” representados por el enviado del presidente Vladimir Putin, el vice primer ministro Yuri Borisov y el ministro de exteriores Sergey Lavrov al frente de una delegación económico-militar para preparar cuarenta acuerdos para ser firmados todos en dominios importantes, quebrando las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea en Siria. Este paso tiene un significado distintivo porque viene luego de la decisión del gobierno estadounidense de imponer las sanciones más severas a Damasco, la Ley César, y envía un claro mensaje a los Estados Unidos diciéndole que los aliados y el área de influencia de Rusia no será abandonado. Esto es, ni más ni menos, un enfrentamiento directo ruso con Washington. 

En el Levante, tanto las fuerzas estadounidenses como las rusas están presentes en un área pequeño, pero con razones, intereses y objetivos distintos. Rusia busca la unidad de Siria porque es su región de influencia y por lo tanto necesita instalar estabilidad a largo plazo como un ejemplo a otras naciones. Este no es un objetivo directo a alcanzar cuando tenemos a Estados Unidos operando en Siria, interfiriendo en el flujo de alimento, petróleo y gas en un área considerado ser el reservorio de recursos de todo el país. El presidente Donald Trump intentó salir de Siria más de una vez, pero los intereses israelíes y la insistencia de que se queden evitó la extracción de las fuerzas estadounidenses, para de este modo proteger la seguridad nacional de Israel. El inalcanzable deseo israelí es el de enfrentar a Irán, Hezbolá y al presidente Bashar al-Assad y ver a todos estos enemigos de Tel Aviv abandonando Siria, o de lo contrario, contenidos.

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Para Rusia es necesario asegurar la estabilidad de Siria, donde tiene intenciones de quedarse por décadas, invertir en proyectos e infraestructura, imponer seguridad y estabilidad, y atacar con fuerza la aplicación y efectos de las sanciones de los Estados Unidos, no importa cuánto aumenten. 

Rusia ha alcanzado la integración militar y la armonía operacional con el ejército sirio y sus aliados en el país. Hoy Moscú busca lanzar la integración económica, incluso todavía existiendo diferencias entre Rusia y sus aliados, incluyendo Siria. Pero estas son diferencias aceptadas y organizadas, y todas las partes operando en la arena del Levante coexisten con ellas. 

Existen pocas dudas de que Rusia tiene cero hostilidad hacia Israel. No obstante, el atacar la Ley César se siente, sin lugar a dudas, como un golpe severo para un país que esperaba la caída del gobierno de Damasco y la partición efectiva de Siria. Israel también tuvo la esperanza de ver a Siria de rodillas, incluso habiendo ganado la guerra, mediante las sanciones económicas: el último intento de atacar al país. Consecuentemente, la potente delegación rusa enviada a Siria representa un poderoso mensaje económico que definitivamente destruirá los sueños de Israel en el Levante. Al final del día, la relación ruso-israelí es un detalle: mucho más importante es el la base económica y militar rusa en Siria y el Mediterráneo. 

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