Por qué Estados Unidos considera que el papel y el comportamiento de Irán en Oriente Medio es maligno y peligroso

Por Elijah J. Magnier

Traducido por Eli C. Casas

Los funcionarios estadounidenses y los analistas occidentales acusan a Irán de desempeñar un papel maligno y de actuar peligrosamente en Oriente Medio. Estas acusaciones se refieren al apoyo iraní a diversos grupos en Gaza, Líbano, Siria, Irak y Yemen. También se acusa a Irán de “controlar cuatro capitales árabes“. A través de su Ministro de Inteligencia, Muhammad Alawi, Irán ha declarado que “puede perseguir las armas nucleares si se ve atrapado”, como ya informé de ello estos últimos meses, citando decisores políticos iraníes. ¿Se dirige la relación entre Estados Unidos e Irán hacia una nueva escalada, o podrían los interesados estar convencidos de que ha llegado el momento de sentarse en la mesa de negociaciones?

Irán está rodeado de 35 bases militares estadounidenses, cuya presencia intimida a la mayoría de los países de Oriente Medio. Además, la Sexta Flota estadounidense está estacionada en el Mediterráneo, y los escuadrones aéreos estadounidenses con base en Oriente Medio pueden llegar a cualquier sitio de la región con rapidez. No obstante, la distancia entre Washington y la capital árabe más cercana es el equivalente a diez mil kilómetros de distancia, mientras que Irán, por su centralidad, es uno de los países más importantes de Oriente Medio.

Esta relación entre Estados Unidos y los países árabes se remonta a 1940, cuando Washington ofreció protección a las monarquías que dominaban la mayoría de la región. Los reyes y emires se transmiten el trono por vía familiar y no tienen un sistema electoral democrático desde la fundación de sus reinos, lo que les hace necesitar una sólida protección militar estadounidense. Oriente Medio satisface aproximadamente el 27% de las necesidades mundiales de petróleo y el 43% de las reservas de gas, por lo que la protección de los recursos petrolíferos y energéticos es sin duda una de las primeras prioridades estadounidenses. En 2001, las fuerzas estadounidenses ocuparon Afganistán, en 2003 Irak, y desde que sus apoderados terroristas comenzaron su guerra contra Siria en 2011, Estados Unidos ha estado ocupando partes de ese país. Los presidentes Barack Obama, Donald Trump y, como es de esperar, Joe Biden, han impuesto sanciones a Siria, Líbano e Irán. 

El intervencionismo estadounidense en Oriente Medio ha causado cientos de miles de muertes de civiles y un número desorbitado de heridos. La guerra contra Yemen, junto con las sanciones y las políticas de inanición de Estados Unidos contra Líbano, Siria e Irán, han provocado la mayor crisis humanitaria que ha conocido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, y han dejado a decenas de millones de personas sufriendo hambre y malnutrición. Todo esto pudo ocurrir porque la administración estadounidense se considera por encima de cualquier ley. Washington no dudó en imponer sanciones incluso a la Corte Penal Internacional y a sus jueces, un tribunal que el propio EE.UU. acordó establecer en 2002, junto con 120 países, para juzgar los crímenes de guerra, y cuya autoridad se conoce como el “Estatuto de Roma“. Estados Unidos firmó el tratado, sin embargo, no lo ratificó.

En 1972, el presidente estadounidense Richard Nixon, y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, visitaron al Sha Mohammad Reza Pahlavi de Irán y se encontraban entre sus más firmes defensores. La administración estadounidense quería que el Sha fuera el líder de Oriente Medio, reforzado por el golpe de los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses aprobado por el presidente Eisenhower (las declaraciones oficiales del Departamento de Estado de EE.UU. acreditaban al “pueblo iraní, bajo el liderazgo de su Sha” contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh, elegido democráticamente). En 1977, las ventas de armas de Estados Unidos a Irán alcanzaron los 2.550 millones de dólares anuales. Fue el presidente estadounidense Dwight Eisenhower quien promovió la energía nuclear y estableció el programa nuclear iraní en 1957. En 1967, Estados Unidos suministró a Teherán un reactor de investigación nuclear (proyecto Atom for Peace) con una capacidad de 5 megavatios y uranio altamente enriquecido para suministrar combustible al reactor. El reactor podía producir hasta 600 gramos de plutonio al año a partir del combustible gastado, lo que situaba a Irán al nivel de los países nucleares y productores de energía limpia.

Sin embargo, la revolución y llegada al poder del imán Jomeini en 1979 transformó la estrecha relación entre ambos países en hostilidad abierta, tras el referéndum por el cuál se instauró la República Islámica de Irán. Estados Unidos apoyó la invasión de Irán por parte de Saddam Hussein y le impuso sanciones ese mismo año. Congeló 12.000 millones de dólares de petróleo iraní en ese momento. Las sanciones a Irán han continuado a lo largo de los años y, a día de hoy, el país se encuentra bajo las sanciones más duras del mundo.Esto es precisamente lo que empujó a Irán a volverse hacia la autoprotección y a reunir aliados en esta lucha por la supervivencia. Mientras Irán era atacado, durante la guerra iraco-iraní, Israel invadió Líbano en 1982. Un grupo libanés pidió al imán Jomeini que interviniera para ayudar a expulsar al enemigo que ocupaba el país, Israel. Irán encontró ahí un terreno fértil para apoyar a los libaneses a liberar su territorio. Una vez que Israel se vio obligado a retirarse, “humillado” por el grupo proiraní …

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Hezbolá, Irán gozó de una importante influencia en Líbano, la cual mantiene hasta la fecha.

En 2011, Estados Unidos, Europa junto a otros países, léase Arabia Saudí, Qatar o Turquía, apoyaron a grupos extremistas musulmanes takfiríes en sus esfuerzos para derrocar al presidente Bashar al-Assad, quién pidió a Irán que interviniera en la incipiente guerra civil. Irán respondió y logró impedir la caída del gobierno sirio de Assad y, consecuentemente, consiguió un sólido punto de apoyo en el Levante.

En 2014, Estado Islámico llegó a ocupar un tercio del territorio iraquí, y Estados Unidos se negaba a entregar a Bagdad armas ya pagadas. Washington quería dividir Irak en tres estados para recrear un nuevo y débil Oriente Medio, dividido por guerras sectarias internas. Irán intervino a petición del primer ministro Nuri al-Maliki, y de la fatwa de la máxima autoridad religiosa, Sayyed Ali al-Sistani. Así, armó y equipó a las fuerzas de seguridad restantes y a las llamadas “Fuerzas de Movilización Popular”, convocadas por Sayyed Sistani. Una vez más, Estados Unidos proporcionó a Irán un detonante, una oportunidad para encontrar y establecer nuevos aliados en Mesopotamia. Asimismo, la guerra de en Afganistán y la guerra en Yemen ofrecieron oportunidades de oro para que Irán aumentara su influencia (apoyando a Ansar Allah, los “hutíes” en Yemen). Gracias a las intervenciones de Estados Unidos, motivadas por la búsqueda de cambios de régimen, Irán ha acrecentado su influencia ne la región.

Irán se ha convertido en un fabricante de primera categoria en lo que a  misiles balísticos de precisión y drones se refiere, los cuales pueden alcanzar una distancia superior a los 1.500 kilómetros. Además, posee una capacidad naval con la que puede cerrar el Estrecho de Ormuz a conveniencia de su seguridad nacional. Considerando la evolución de Irán, de luchar contra Saddam Hussein con armas ligeras a convertirse en un país nuclear con la posibilidad de producir armas atómicas, entendemos que no es de extrañar que Estados Unidos se niegue a levantar las sanciones impuestas a Irán.

Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, los iraníes no ocupa ninguna capital árabe: en Líbano, una parte de la población apoya a Irán, aunque a dos tercios de la población no les importa lo que ocurra con Irán. Algunos libaneses están en contra de Irán y apoyan a Estados Unidos, y otros prefieren a Arabia Saudí, Turquía o Francia.

En Siria, a pesar de la importante ayuda militar y financiera de Irán al presidente Al-Assad y a sus fuerzas afiliadas que luchan y mueren en el Levante, el presidente sirio tiene otra relación estratégica primordial que tratar, la que mantiene con Rusia, que desea ser el país más influyente en Siria. Además, el presidente Assadse se ha negado a responder a más de un millar de ataques israelíes y ha rechazado el consejo por parte de Irán de actuar activamente en la disuasión contra Israel. Siria e Irán mantienen una excelente relación aunque discrepen en puntos concretos. Irán respeta la voluntad de Assad de actuar según lo que cree que es mejor para su país.

En cuanto a Afganistán, Estados Unidos inició un diálogo con los talibanes y llegó a un acuerdo en febrero de 2020 para retirarse del país. Tras 20 años de guerra, que han costado a EE.UU. 800.000 millones de dólares hasta ahora y han dejado decenas de miles de muertos y heridos, Washington se ve obligado a marcharse, con escasos resultados estratégicos.

La historia ha confirmado a lo largo de los últimos cuarenta años que las intervenciones de Estados Unidos para cambiar el mapa político de Oriente Próximo y remodelar sus fronteras han sido el principal factor para el aumento de la influencia de Irán en Oriente Próximo, y para convertirlo en una potencia regional. La política estadounidense fue devastadora para los pueblos de Oriente Medio. No sólo fue peligrosa, sino altamente destructiva y contraproducente para la población, sus bienes y su estabilidad. Los políticos estadounidenses borran sus propios errores y acusan a Irán de tener un comportamiento maligno porque está ganando más influencia y rechaza la sumisión a la hegemonía estadounidense. Washington colecciona un fracaso tras otro a pesar de contar con la maquinaria militar más poderosa del mundo, actuando como si su liderazgo siguiera siendo indiscutible.

A pesar de la fuerza de Estados Unidos, Irán no ha dudado en enfrentarse a la autoridad estadounidense. Con un misil “made in Iran“, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria iraní derribó el avión no tripulado estadounidense más caro, al violar este el espacio aéreo iraní. Además, Irán bombardeó la base militar estadounidense más grande en Irak para responder al asesinato ilegal del general Soleimani. Asimismo, Irán está aumentando su capacidad nuclear e insiste en que Estados Unidos levante todas las sanciones. De lo contrario, está dispuesto a continuar con su programa atómico con la voluntad de completar el ciclo nuclear. Estados Unidos ha creado todas las circunstancias para que Irán se convierta en una potencia regional considerable.

Las administraciones de Donal Trump y Joe Biden han pedido que Irán se siente en la mesa de negociaciones para ampliar el alcance del acuerdo nuclear, incluir el programa de misiles iraní y así interferir en la influencia que Irán tiene sobre sus aliados en Oriente Medio. Estas peticiones son claros indicios de que Estados Unidos está preocupado por el creciente poder de Irán. No hay ninguna razón para que Irán se someta a la voluntad de Estados Unidos, estando sometido a duras sanciones por parte de éste. La petición de EE. UU. es demasiado costosa para que Irán la acepte y además, Teherán se ha dado cuenta de que debe aumentar su capacidad de disuasión. En términos más generales, el gran ayatolá Sayyed Alí Jamenei ha prometido expulsar a Estados Unidos de Asia Occidental.

Por el momento, no hay nada realmente nuevo en la política del presidente Biden hacia Irán. Continúa con las sanciones de su predecesor,  aunque puede levantar algunas sanciones por “motivos humanitarios”. Sin embargo, el panorama general no cambiará porque Teherán no negociará sobre cuestiones que definen y defienden su seguridad nacional. Estados Unidos ha logrado causar pérdidas humanas devastadoras y ha infligido graves daños a las economías de muchos países de Oriente Medio. El papel “maligno y destructivo” de Irán en Oriente Medio puede entenderse como una respuesta necesaria al control que Estados Unidos intenta ejercer sobre esta parte del mundo mediante intervenciones militares, guerras y cambios de régimen.

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