
Por Elijah J. Magnier: @ejmalrai
Traducido por Diego Sequera
Un funcionario de contraterrorismo estadounidense ha alegado que Hezbolá está “almacenando nitrato de amonio en Francia, Italia, Grecia, España y Suiza”. El Ministro de Exteriores francés respondió que esas acusaciones eran falsas. En consecuencia atestándole un golpe directo al gobierno estadounidense, que está trabajando en Bruselas para ubicar a Hezbolá, tanto a su brazo político como el militar, en la lista de terroristas de la Unión Europea (UE). Francia goza de suficiente influencia dentro de los corredores de la UE y el Parlamento Europeo como para volverse un impedimento para los planes estadounidenses. Para Francia, no es un asunto de amor o apoyo a Hezbolá, sino más bien la creencia de que no ha llegado el momento para declararle la guerra a la organización. Francia cree que necesita una relación con Hezbolá si con eso avanza sobre sus intereses estratégicos en Líbano. Hostilidad a Hezbolá significaría provocar una guerra con el grupo o desistiendo de tener un pie en el país. París está intentando avanzar sus probabilidades mediante, por ejemplo, el evitar la renuncia de su candidato, el primer ministro Mustafá Adib. Pero Francia no tiene todas las cartas, y sin lugar a dudas tampoco tiene todos los ases.
Es del conocimiento de todos que el primer ministro Mustafá Adib no tiene experiencia alguna navegando la política doméstica libanesa con sus complicaciones y ramificaciones que llegan hasta Arabia Saudí, Estados Unidos y Francia. Estos son los principales países involucrados en el Líbano, mientras que Turquía y Rusia desempeñan un papel menor.
La nominación de Adib fue arreglada cuando el ex primer ministro Saad Hariri perdió cualquier esperanza de ser nombrado para este puesto debido a su rechazo en Arabia Saudí. El ex primer ministro Hariri tiene ambas nacionalidades, la saudí y la francesa. Durante su tiempo en el gobierno, Hariri comprendió que Hezbolá era parte de la sociedad libanesa y que representa a por encima de un tercio de la población, sin contar a sus aliados. Hezbolá y sus aliados han mantenido, por un par de años, la mayoría en el parlamento, haciendo imposible para Hariri el ignorarlos y llevarlos al ostracismo, como querían los gobiernos saudí y estadounidense. Durante su último mandato, la relación de Hariri con Hezbolá provocó la ira de Arabia Saudita, que reaccionó cerrándole las puertas de Riad al primer ministro libanés, debilitando su popularidad. En consecuencia, dividió el campo suní entre muchos sub-líderes. Cuando Arabia Saudí tomó de rehén y encarceló a Hariri, Hezbolá fue el primero en insistir por su liberación, y el presidente francés se las arregló para obtener la libertad del primer ministro que se había ganado el encono del príncipe heredero Mohamed Bin Salmán.
Hariri, consciente del antagonismo saudí hacia su persona, le pidió a Francia que interviniera a su favor para ayudarlo a llegar al puesto de primer ministro. Cuando el presidente francés Emmanuel Macrón fracasó en ablandar la posición saudí-estadounidense hacia Hariri, el ex primer ministro decidió presionar por la elección de Mustafá Adib, una personalidad maleable. A través de Adib, Hariri le ha impuesto condiciones imposibles a Hezbolá, sobre las que ya sabía la respuesta. Hariri tiene apenas 20 diputados, mientras que el movimiento Amal (dirigido por el presidente del parlamento, Nabih Berri), Hezbolá, Tayyar al-Watni al-Hurr (el Movimiento Patriótico Libre -FPM) y sus aliados, tienen más de 65. Por lo tanto, imponerle una agenda saudí-estadounidense a la mayoría parlamentaria, cuyos actores claves están sancionados por la administración estadounidense en un intento por frustrar la iniciativa francesa, con toda seguridad no formará un nuevo gobierno.
Hariri está tratando de retomar el apoyo saudí-estadounidense desafiando al presidente del parlamento Berri y Hezbolá a través de Adib, con la esperanza de que el nuevo primer ministro designado caiga y que ese puesto regrese a sus manos. Desde el punto de vista y los intereses políticos de Hariri, no le queda otra solución que endurecer su posición contra Hezbolá. El bloque parlamentario de Hariri no será electo por los cristianos, los drusos o los chiíes, sino por la comunidad suní. Por lo tanto, la indignación de Arabia Saudita hacia él no lo beneficia políticamente. Este es el por qué está asumiendo una aproximación más agresiva hacia Hezbolá y Nabih Berri.
Por consiguiente, Berri y Hezbolá acordaron defender sus intereses, que estipulan que quien sea que tenga 43 diputados (30 Amal y 13 Hezbolá) y goza de la mayoría del parlamento tiene el derecho de imponer a quien quiera dentro del gabinete, o de abstenerse de concederle confianza al nuevo Primer Ministro si rechaza sus exigencias. Hablando en términos democráticos, la mayoría del parlamento tiene el derecho de elegir al Primer Ministro. Así, Hariri, que es el dueño de la minoría, no tiene ningún derecho constitucional para impedir que Berri y Hezbolá nominen al Ministro de Finanzas, tal como lo están pidiendo. Esto es lo que Hariri está intentando hacer: forzar al primer ministro Adib a renunciar y promover el fracaso de la iniciativa francesa tras bastidores.
Funcionarios franceses le informaron a aquellos interesados que no objeta que Berri y Hezbolá nombren a quien quieran como Ministro de Finanzas, independientemente de quién es el responsable de la corrupción o mala administración de los asuntos del estado. Adib, que recibe instrucciones de los ex premieres Fuad Siniora y Saad Hariri, no tienen voz al respecto y está limitado a llevar mensajes de aquí para allá. Se sabe que Siniora está en malos términos con Hezbolá, y que Hariri quiere regresar al puesto de primer ministro imponiéndole condiciones imposibles (que son inaceptables para quienes ostentan la mayoría), para reabrir las puertas saudíes. De este modo, ese gobierno tiene pocas esperanzas de sobrevivir.
Sin embargo, Francia está al tanto de que su fracaso se llevaría consigo la ventana al Mediterráneo, ya que está compitiendo con Turquía por este importante lugar en el Líbano. Francia sabe que Estados Unidos no lo quiere en el país salvo con una condición: que Hezbolá no sea parte de cualquier futuro gobierno. No obstante, Francia cree que no ha llegado el momento para declararle hostilidades a Hezbolá, y que posponer el conflicto es necesario hasta luego de empoderarse.
Estados Unidos, sin embargo, no tiene tiempo para andar esperando. Esto es lo que llevó al secretario de estado Mike Pompeo a criticar a Francia por su relación con Hezbolá, y por evitar que el Parlamento Europeo considere oficialmente al grupo como una organización terrorista. Hezbolá no le teme a la presencia francesa, incluso de París traer a su ejército, porque es convicción de Hezbolá que cualquier posibilidad de enfrentamiento militar es débil, ya que tanto las fuerzas francesas como las de Estados Unidos estarían en territorio que no
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