¿Por qué Arabia Saudí necesita mejorar sus relaciones con Irán y Cui Bono?

Bruselas, por Elijah J. Magnier:

Tras la reunión entre Irán y Arabia Saudí en China y su acuerdo para restablecer las relaciones diplomáticas y desescalar en Oriente Medio, Oriente Medio se enfrenta a un nuevo reto para resetear el pasado y abrir una nueva página en las relaciones entre las naciones. La paz o la desescalada en la región son posibles si los acuerdos se traducen en un enfoque positivo, seguido de pasos y medidas prácticas para fomentar la confianza y reducir las tensiones de larga data. El papel de China como garante fue una sorpresa que no debe subestimarse cuando Arabia Saudí eligió a Pekín, confirmando lo que era evidente para Irán: que Estados Unidos ya no es un mediador de paz viable. 

Como superpotencia de confianza, China era la culminación de los prolongados esfuerzos de saudíes e iraníes, que se habían reunido ocho veces en los últimos años en Irak y Omán. Pero el cambio hacia un entusiasmo saudí positivo se debe a que enfrentarse a Irán ya no es una opción viable y realista, y la estabilidad es esencial para los planes saudíes de futuro. Además, las secuelas de la guerra ruso-estadounidense en suelo ucraniano han acelerado drásticamente el acercamiento saudí-iraní.

Durante muchos años, Arabia Saudí ha tratado de desestabilizar Irán, principalmente a través de su implicación en conflictos regionales y su apoyo a grupos de la oposición dentro de Irán. Comenzó cuando Sadam Husein declaró la guerra a Irán, financiado por Occidente y muchos Estados del Golfo ricos en petróleo, entre ellos Arabia Saudí. Tras el fin de la guerra, Arabia Saudí se centró en cambiar el sistema de gobierno iraní y apoyó los esfuerzos de Estados Unidos. En 2008, el príncipe heredero Abdullah instó a los estadounidenses a “cortar la cabeza de la serpiente”, refiriéndose a Irán. Una de las principales formas en que Arabia Saudí ha tratado de contrarrestar la influencia iraní ha sido a través de su implicación en los conflictos de Líbano, Irak, Siria, Yemen y Palestina. 

En Líbano, la crisis comenzó en 2005 tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri. El primer ministro suní pro-saudí, Fouad Siniora, exigió el desarme de Hezbolá, pero el grupo se negó argumentando que sus armas eran necesarias para la defensa de Líbano frente a Israel. En mayo de 2008, la crisis alcanzó su punto álgido cuando el gobierno procedió a cerrar la red privada de telecomunicaciones de Hezbolá, que el grupo utilizaba con fines militares para eludir la vigilancia israelí y occidental y localizar sus unidades. La medida se consideró un desafío directo a la seguridad de Hezbolá y a su lucha contra el ocupante israelí. En la capital, Beirut, estallaron enfrentamientos entre Hezbolá y las fuerzas pro-saudíes, que no lograron imponerse en el conflicto. Pocos años después de llegar al poder, el príncipe heredero Mohamad Bin Salman dejó de financiar a los grupos suníes libaneses tras gastar 13.000 millones de dólares en un intento fallido de derrotar a Hezbolá, uno de los aliados orgánicos más fuertes de Irán.

Tras la invasión estadounidense en 2003, Arabia Saudí también proporcionó apoyo financiero a grupos insurgentes, entre ellos Al Qaeda en Irak, más tarde conocido como Estado Islámico (ISIS – Daesh). Estos grupos han sido responsables de ataques contra las fuerzas de seguridad iraquíes y contra civiles chiíes, suníes y kurdos. Arabia Saudí ha creado graves tensiones entre ambos países y ha contribuido a la inestabilidad regional. La magnitud y el impacto de este apoyo han sido devastadores. En 2007, el ejército estadounidense publicó un informe en el que acusaba a Arabia Saudí y a otros Estados del Golfo de proporcionar apoyo financiero y material a militantes suníes para desestabilizar al gobierno iraquí y socavar la influencia de Irán en la región. 

Arabia Saudí también ha apoyado a varios grupos de la oposición, incluidos grupos islamistas y yihadistas, desde el inicio del conflicto sirio en 2011. Estos grupos han protagonizado algunos de los combates más intensos de la contienda y son responsables de numerosas atrocidades contra civiles. Uno de los efectos más significativos del apoyo de Arabia Saudí a los yihadistas en Siria ha sido el fortalecimiento de grupos extremistas como Jabhat al-Nusra y el ISIS. Estos grupos se han beneficiado del apoyo saudí en forma de financiación, armas y entrenamiento, lo que les ha permitido ganar terreno y ampliar su influencia en Siria.

El apoyo de Arabia Saudí a los yihadistas en Siria también ha contribuido a la fragmentación de la oposición, ya que los diferentes grupos han competido por los recursos y el apoyo de los musulmanes extranjeros y los patrocinadores occidentales. Esto ha dificultado la búsqueda de una solución negociada al conflicto y ha prolongado la violencia y el sufrimiento del pueblo sirio. El apoyo de Arabia Saudí a los yihadistas en Siria tiene implicaciones más amplias para la estabilidad y la seguridad regionales. El auge de los grupos extremistas en Siria ha contribuido a la propagación del terrorismo y la inestabilidad y ha avivado las tensiones sectarias entre musulmanes suníes y chiíes.

En 2015, Arabia Saudí lideró una coalición de Estados árabes que luchan contra los Houthi Ansar Allah en Yemen. El conflicto ha provocado una de las peores crisis humanitarias de la historia, con miles de víctimas civiles y destrucción generalizada.

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