Cumbre de los BRICS: Forjar una nueva senda económica mientras el Sur desafía al Norte.

Escrito por – Elijah J. Magnier 

Johannesburgo ha sido recientemente la sede de la 15ª cumbre anual de los líderes de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La reunión marcó un hito con el anuncio de la formación del “BRICS PLUS”, que amplía el grupo a seis nuevos miembros: Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Argentina y Etiopía. Esta lista ampliada asumirá la condición de miembro de pleno derecho en enero de 2024. Aunque los ojos del mundo estaban puestos en la cumbre, su atractivo no residía en su novedad, sino en su potencial para remodelar la dinámica del comercio internacional y reducir la dependencia del dólar estadounidense.  

En el consorcio BRICS se teje un rico tapiz de objetivos diversos, convergencias e intereses superpuestos. Muchas naciones han recurrido a esta plataforma para ampliar sus horizontes económicos, escapar del aislamiento y liberarse de los grilletes del unilateralismo estadounidense y la hegemonía del dólar. Este impulso se ha visto alimentado por la proliferación de sanciones estadounidenses y la militarización de su moneda, una táctica que se ha utilizado cada vez con mayor frecuencia. Esta tendencia se ha visto exacerbada por el desafío de Rusia a Occidente en la actual crisis de Ucrania. La cumbre de los BRICS ha sentado las bases para un nuevo orden económico, a medida que los países exploran formas de eludir el poder del unilateralismo estadounidense y el dominio de su moneda, la cumbre de los BRICS es prometedora, aun reconociendo que queda un difícil camino por recorrer, ya que el camino por recorrer sigue plagado de desafíos.

Nacido de una iniciativa rusa en 2006, el consorcio BRICS no ha dejado de madurar y ganar impulso. La primera cumbre en 2009 reunió a Rusia, China, Brasil, India y Sudáfrica, que se unió en 2011, cambiando el acrónimo de BRIC a BRICS. El orden del día de la Cumbre de los BRICS de 2023 es amplio y abarca cuestiones como la facilitación del comercio y la inversión, el desarrollo sostenible y la innovación, la reforma de la gobernanza mundial, el desarrollo de capacidades, el fortalecimiento de las economías locales, el desarrollo de una moneda alternativa para diluir la dependencia del dólar, el fomento de las transacciones en monedas locales siempre que sea posible y la perspectiva de ampliar el número de miembros en el futuro. Las cuestiones de seguridad han pasado a un segundo plano, lo que refleja las agendas divergentes de los Estados miembros de los BRICS, que se han centrado en temas distintos a desafiar abiertamente a las potencias occidentales en el conflicto de Ucrania. 

Las ambiciones encapsuladas en la narrativa de los BRICS resuenan con fuerza en muchas naciones de todo el mundo, especialmente en aquellas que se encuentran al borde del rejuvenecimiento económico o en la cúspide del crecimiento. El continente africano, América Latina y Asia se perfilan como actores clave en este panorama en evolución. Oriente Medio también ocupa un lugar destacado en el discurso de los BRICS, con 22 economías emergentes que han declarado su intención de unirse al consorcio y varias que ya forman parte de sus filas. Se espera que otros países, como Kuwait, Bahréin, Argelia y Turquía, se unan a esta plataforma económica en fases posteriores en la reunión de 2024 en Rusia. 

Esta dinámica pone de manifiesto que los BRICS y los BRICS+, que representan una impresionante reserva energética mundial, no pretenden excluir ni enemistarse con Estados Unidos. El objetivo primordial de China, Brasil, India y Sudáfrica no es alienar o desafiar directamente a Estados Unidos en frentes no económicos. Sin embargo, la implacable imposición de sanciones estadounidenses a los miembros de los BRICS, especialmente Rusia (sujeta a más de 6.500 sanciones occidentales) y China (sujeta a casi 600 sanciones estadounidenses), ha desencadenado una búsqueda mundial de mercados alternativos que puedan eludir el dominio del dólar. Las naciones deben explorar alternativas para escapar al riesgo de aislamiento y sanciones del control monetario estadounidense. La inclinación de Estados Unidos por imponer sanciones -una estrategia muy utilizada desde la era de Barack Obama e intensificada durante la presidencia de Donald Trump y la posterior incorporación del presidente Joe Biden- ha empujado a las naciones de todo el mundo a buscar alternativas. Este empuje está impulsado por el deseo de eludir el dominio del dólar en sus interacciones económicas. Los gobiernos buscan inmunizarse frente a las sanciones estadounidenses y evitar el aislamiento cuando entran en conflicto con la economía y el progreso mundiales.

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Los BRICS, que representan un asombroso 42% de la población mundial (3.240 millones de personas), acogen a nuevos miembros para alejarse gradualmente de la hegemonía del dólar facilitando las transacciones en monedas locales. La esperanza subyacente es que Estados Unidos responda con una política más suave, abandonando su excesiva dependencia de las sanciones como herramienta punitiva y arma destructiva contra las poblaciones y adoptando un enfoque más indulgente. Este esfuerzo está impulsado por el objetivo común de estimular el crecimiento económico mundial al tiempo que se evita a los países la carga punitiva de las sanciones, como se ha visto en países como Venezuela, Cuba, Irán, Rusia, Venezuela y Siria. Otras naciones acabarán encontrando más valor para limitar la influencia y la intimidación de Estados Unidos cuando se elimine finalmente el miedo a las sanciones. 

El Banco Mundial y el FMI creen que alrededor de un tercio de la economía mundial entrará en recesión este año. Sin embargo, India y China tienen economías dinámicas, y no se espera que las economías emergentes de los BRICS se vean tan afectadas por estas predicciones, especialmente con la incorporación de nuevas naciones como Arabia Saudí y Emiratos.

Como país anfitrión, Sudáfrica tiene ambiciones que van más allá de la cumbre de los BRICS. Quiere formar parte de la transformación del continente africano de mero proveedor de materias primas a entidad productiva e industrializada. También intenta resolver su escasez crónica de energía y electricidad forjando acuerdos energéticos con Rusia. Sin embargo, las cuestiones de seguridad pasaron a un segundo plano en la cumbre. Sudáfrica optó por distanciarse de la crisis ucraniana y evitar alinearse con posturas que pudieran interpretarse como hostiles a Estados Unidos. 

La trayectoria de Rusia en el marco de los BRICS se caracteriza por la búsqueda de nuevos mercados y una estrategia geopolítica. Se está posicionando como elemento vital y competidor leal del Sur global, conectando con los mercados emergentes, impulsando los esfuerzos de desarrollo y distanciándose de la influencia occidental, incluida la hegemonía del dólar y el euro. La búsqueda acelerada de esta estrategia por parte de Rusia se ve subrayada por su convicción de que poner fin a su dependencia del sistema financiero SWIFT y del dólar estadounidense puede mitigar el impacto de las sanciones impuestas. La satisfacción es evidente en el creciente volumen de comercio con otros países BRICS, que se espera supere los 300.000 millones de dólares este año, un notable aumento del 35,6% respecto al año pasado. En particular, el ambicioso proyecto ruso de suministro de gas a China a través de Mongolia puede impulsar potencialmente los volúmenes comerciales hasta niveles sin precedentes. Esta perspectiva aumentará a medida que la asociación se amplíe para incluir a las economías emergentes de África.

Aunque aliada de Estados Unidos, India expresa un sentimiento del que se hace eco su presidente, Narendra Modi. Busca un equilibrio en sus intercambios dentro de los BRICS, acomodando su relación con Estados Unidos y el mundo occidental en general. Del mismo modo, China, con la segunda mayor población del mundo, se une a India en su búsqueda de múltiples nuevos mercados ávidos de mano de obra y oportunidades de desarrollo. El camino previsto para alcanzar este objetivo radica en la sinergia de los continentes, la integración económica, la apertura de los mercados mediante procesos localizados, el intercambio de bienes y un sólido desarrollo de las infraestructuras, un enfoque ejemplificado por el compromiso de China en todo el continente africano. El Presidente de China, Xi Jinping, dijo a su homólogo iraní, Ibrahim Raeisi, que pronto será miembro de pleno derecho del BRICS, que estaba dispuesto a cooperar plenamente con Teherán bajo el paraguas del BRICS, una medida que se espera socave 42 años de sanciones estadounidenses contra Irán. 

Para Brasil, la cumbre sirve de plataforma para proyectar sus prioridades. La participación de la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff, ahora presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS, en la cumbre de Johannesburgo fue una señal clara. La principal agenda de Brasil es ejercer influencia en los mercados emergentes de América Latina. El objetivo es doble: reducir la dependencia del dominio del dólar y crear una moneda común, reduciendo así la influencia del dólar y fomentando las transacciones en monedas locales. Además, la enérgica búsqueda del pluralismo y la apertura de Brasil a los mercados asiáticos y africanos es prueba de su intención de ir más allá de los monopolios occidentales-americanos. Las ambiciones de la nación incluyen aumentar su volumen comercial con África mucho más allá del 3,5%.

Sin embargo, es importante disipar la idea de que los BRICS tienen una solución mágica para desmantelar el unilateralismo económico estadounidense y el dominio del dólar. Esta hegemonía ha estado arraigada desde el final de la Segunda Guerra Mundial y se consolidó especialmente en 1971, cuando el dólar dejó de estar respaldado por el oro. Reconociendo las limitaciones de desmantelar décadas de control dominado por el dólar, los BRICS se disponen a seguir un camino similar al iniciado por Rusia. En una vía paralela, China ha utilizado con éxito su banco asiático para suplantar a la banca internacional occidental, creando un sistema propio de remesas adaptado a los países atrapados por las sanciones estadounidenses: los casos de Rusia, Irán, Cuba y Venezuela son algunos ejemplos. Además, las empresas de desarrollo de China a lo largo de la Ruta de la Seda y dentro de África refuerzan su posición de influencia en todos los continents. 

El camino por recorrer es largo y complejo, una realidad innegable. Los BRICS no pueden desmantelar inmediatamente medio siglo de dominio del dólar. En su lugar, se centran en mantener el rumbo marcado por Rusia y construir sobre los cimientos sentados por China. Esta evolución gradual tiene dimensiones tanto económicas como políticas. En particular, esta alianza económica emergente contrasta con el enfrentamiento con la coalición occidental del G7. En lugar de ser una fuerza agresiva, sirve de alternativa, señalando una diversificación de la dinámica del poder mundial.

Una nueva era de competencia está en marcha, obligando a los gigantes industriales de Occidente a comprometerse con las economías emergentes. La rápida evolución de un mundo cambiante desafía el paradigma dominante de un enclave cerrado euroamericano. Las naciones industrializadas ricas deben cortejar a las economías emergentes y abandonar el aislamiento. La era que se avecina exige adaptación, ya que los países que rechazan la hegemonía occidental y buscan un futuro político y económico más equilibrado se convierten en actores formidables. La alianza económica recién formada, distinta pero complementaria del G7 occidental, encarna este cambio transformador: un símbolo del dinamismo del panorama mundial.

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