¿Se dirigen Irán y Turquía hacia un nuevo conflicto en Oriente Medio?

Escrito por Elijah J. Magnier

Traducido por Eli C. Casas

Recientemente, Teherán y Ankara han intercambiado críticas altisonantes que han llevado a ambos países a cruzar mensajes enérgicos a través de sus embajadores. ¿Se dirige la lucha por la influencia entre Irán y Turquía hacia un conflicto más amplio? ¿Se beneficiará la nueva administración estadounidense de esta disputa? En caso de ser así, ¿cómo?

La bola de nieve empezó a rodar con una primera escalada verbal entre los dos países cuando el embajador iraní en Irak, Iraj Masjedi, declaró que su gobierno rechaza la intervención militar turca en Irak, afirmando quelas fuerzas turcas “no deben ser una fuente de amenaza ni violar el suelo iraquí”. El embajador turco en Bagdad, Fatih Yildiz (Abu Ashqam), respondió que “el embajador iraní es la última persona que puede dar lecciones a Turquía sobre el respeto de las fronteras iraquíes”. Turquía convocó al embajador iraní en Ankara y condenó los comentarios sobre Irak. Irán también convocó al embajador turco en Teherán y protestó ante el ministro turco del Interior, Suleyman Soylu, quien acusó a Teherán de proteger al PKK en el noroeste de Irán.

Este agresivo intercambio verbal se produjo después de que Turquía declarase que quería introducir sus fuerzas en la ciudad iraquí de Sinjar, con el objetivo de expulsar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización que figura en el listado de grupos terroristas de Estados Unidos y la UE, y es responsable de operaciones “terroristas” en Turquía. Ankara quiere romper el vínculo entre el PKK iraquí y las YPG, que operan bajo la égida de las fuerzas de ocupación estadounidenses en el noreste de Siria.

Las fuerzas de seguridad iraquíes, las Fuerzas de Movilización Popular (PMF por sus siglas en inglés), amenazaron el mes pasado con atacar “a los ocupantes turcos y adoptar una postura decidida para repelerlos” si irrumpen en la ciudad iraquí de Sinjar.

Ankara consideró que la respuesta a sus declaraciones con respecto a  castigar al PKK en Irak procedía de las PMF, y no del gobierno iraquí. Las PMF, la principal fuerza que derrotó al ISIS cuando el ejército y demás fuerzas de seguridad estaban en fuga en 2014, son demonizadas por Estados Unidos y Occidente y son caracterizadas normalmente como una “milicia iraní” o “milicia respaldada por Irán”. Por ello, Ankara cree que la respuesta de las PMF fue inspirada por Irán, con el objetivo de enviar un mensaje a Ankara para que detenga sus pretensiones expansionistas en Irak.

Turquía se molestó mucho por la respuesta de las PMF, porque se sabe que éstas son buenas combatientes y que no huirán ante el avance del ejército turco. Ankara es consciente de que el gobierno central de Bagdad no quiere declarar la guerra a Turquía y de que su primer ministro, Mustafa al-Kadhimi, es débil. En el supuesto de que las PMF se hubiesen mantenido al margen, esta habría sido una oportunidad dorada para que Turquía ampliara su control sobre más territorio iraquí.

Por ello, Turquía consideró que el motivo tras las acciones de Irán es proteger al PKK, y culpó a las PMF de no haber anunciado que irían a Sinjar para combatir al PKK en la ciudad. Ankara cree que Irán quiere establecer su influencia en la región y perseguir otra agenda: adquirir múltiples cartas a través de las cuales pueda negociar con la nueva administración estadounidense, encabezada por el presidente Joe Biden, para atraerlo a la mesa de negociaciones y conseguir que se levanten todas las sanciones, si Estados Unidos desea asegurar estabilidad para con sus fuerzas en Oriente Medio.

Teherán considera que las fuerzas turcas, una vez irrumpen en una ciudad y la ocupan, nunca la abandonan sin antes librar una sangrienta batalla. Esto es lo que ocurrió en la ciudad siria de Saraqib, la cual fue liberada por el ejército sirio y sus aliados tras feroces combates en las que participó el ejército turco, con sus oficiales y drones armados, para evitar perder la carretera M5 que une Homs y Alepo.

Además, Turquía ocupó la ciudad siria de Afrin y estableció 120 escuelas religiosas, todas ellas afiliadas al partido turco del presidente Recep Tayyip Erdogan, el partido “Justicia y Desarrollo”, en las que está enseñando la doctrina de los Hermanos Musulmanes. Turquía alteró los planes de estudio sirios en todas las escuelas bajo su ocupación, incluidas las de Idlib, para que pasen a formar parte del “imperio” del presidente Erdogan, cuya influencia se está extendiendo al Cáucaso Meridional (Azerbaiyán), pero también hacia  Qatar, Libia, Siria e Irak.Cabe mencionar que desde hace años hay fuerzas turcas en la ciudad iraquí de Bashiqa, a pesar de las reiteradas peticiones del gobierno de Bagdad que exigen la retirada de los turcos. Por otra parte, Ankara ha reducido la cantidad de agua que fluye hacia el Éufrates, provocando la migración de más de un millón de agricultores iraquíes tras la sequía causada por la construcción de presas turcas. El flujo de agua

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está regulado por el derecho internacional. Sin embargo, Turquía lo utiliza como arma arrojadiza contra el gobierno central de Bagdad cuando puede.

Irán considera – según fuentes oficiales de Teherán – que “la intervención turca en Siria comenzó con un plan para ocupar el norte de Siria, Alepo, Idlib, Homs y Hama, para anexionarlos a Turquía. Lo habría logrado de no ser por las conversaciones de Astana, y por Irán, sus aliados y el apoyo de la fuerza aérea rusa. Turquía se enfadó cuando el ejército sirio fue capaz de aislar quince posiciones militares establecidas durante la batalla de Saraqib el año pasado. Turquía tuvo que retirarse y reconocer su derrota. 

Ankara cree que Teherán está jugando la carta de la resistencia iraquí para satisfacer las aspiraciones regionales iraníes. Sin embargo, Turquía no se da cuenta de que los iraquíes no permitirán que nadie ocupe su país, y que el escenario iraquí está siendo manoseado ya por Estados Unidos e Israel. La volatilidad o la partición de Iraq es una línea roja iraní que no se tolerará. “

No hay lugar a duda de que Irán no quiere proteger al PKK. Es más, la cooperación en materia de seguridad e inteligencia entre Teherán y Ankara ha alcanzado niveles más altos. El intercambio de información entre los dos países ha evitado múltiples ataques terroristas en ambos países. Además, la ayuda de Turquía al Hezbolá libanés – a través de Irán – ha servido para descubrir amenazas de diversa índole y operaciones de espionaje. 

Por lo tanto, debemos tener en mente que esta crisis no es la primera, ni será la última, y que los dos países no tienen más opción que resolver sus diferencias. Ambos tienen que enfrentarse a desafíos comunes, léase, la política de Biden (que rige bajo el “divide y vencerás”), la inestabilidad y pretensiones de partición de Irak, la continua ocupación de Siria, el apoyo estadounidense a los kurdos en Siria, y por último, el régimen de sanciones impuestas a los países de Oriente Medio, incluidos Turquía e Irán.

Turquía también se encuentra ahora con una administración estadounidense competente, la cual ha demostrado con  el último ataque en las fronteras iraquíes y sirias contra las FMP – que luchan contra el ISIS – que la opción militar siempre está sobre la mesa. El reciente episodio en Irak puede interpretarse como un mensaje de Biden: su administración es la misma que la de Barack Obama. Obama se negó a bombardear ningún país a menos que fuera una necesidad imperiosa y, desde luego, no lo hizo recién asumido el cargo. Biden ha ordenado el ataque a Irak poco después de cumplir un mes en el despacho oval, violando la soberanía iraquí y matando a las fuerzas de seguridad iraquíes que estaban de servicio en la frontera.

Irán no quiere que sus diferencias con Turquía degeneren en una confrontación de la que se beneficiarían tanto Israel como Estados Unidos. La relación entre Irán y Turquía está bien establecida, ambos países organizan sus numerosas diferencias y trabajan para contenerlas. Podemos pensar que la relación estratégica turco-iraní prevalecerá frente a un peligro mayor, que podría provenir de la nueva administración estadounidense y sus sanciones.

En este contexto, es poco probable que ninguno de los dos países presente sus credenciales a la administración Biden, que mantendrá la crisis de Oriente Medio tal y como está – si no peor – o incluso la alimentará. Por lo tanto, podemos pensar que no hay ninguna crisis mayor en el horizonte entre Teherán y Ankara: en asuntos esenciales se limitarán a dialogar y gestionar las diferencias.

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