
Irak, por Elijah J. Magnier
Traducido por Eli C. Casas
A Estados Unidos le quedan dos opciones para decidir su política hacia Irán. La primera es mantener el duro régimen de sanciones impuestas por Donald Trump y ver cómo Irán alcanza una capacidad nuclear militar mientras potencia a sus aliados sin límites. A pesar de su inconfundible superioridad militar, EEUU no está en condiciones de impedir que Irán bombardee las decenas de bases militares estadounidenses repartidas alrededor de la República Islámica, las cuáles están al alcance de sus misiles de precisión de largo alcance. Irán también puede cerrar el estratégico y vital estrecho de Ormuz y llegar hasta el Mar Rojo, la posible alternativa que los estadounidenses y sus aliados consideran como más segura, en caso de guerra con Irán. Además, los aliados de Irán han expresado que cualquier guerra futura contra la República Islámica supondrá la involucración del Eje de la Resistencia. Lo que significa que el conflicto abarcaría una gran parte de Oriente Medio, por ello, la posibilidad de la guerra directa contra Irán está excluida (y lo ha estado, como tal, desde que Irán bombardeó la base militar más extensa de Estados Unidos en Irak, Ayn al-Assad, sin provocar una respuesta estadounidense).
La segunda opción es levantar todas las sanciones y desescalar la tensión de Oriente Medio en todos los frentes. La actual administración estadounidense puede estar dispuesta a empezar a levantar algunas sanciones para evitar la aceleración iraní hacia un grado militar en su programa nuclear. Sin embargo, el presidente Joe Biden y su equipo actúan dubitativamente, y pueden tener otras prioridades que atender, a pesar de los comentarios de sus funcionarios de que la diplomacia es la única solución en lo que respecta alacuerdo nuclear.
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Desde luego, Irán no está esperando a que Estados Unidos decida. Continuará su desarrollo nuclear, dependiendo cada vez menos de la energía del petróleo (bajo sanciones) como su principal ingreso, como es el caso de la mayoría de los Estados árabes (Irak, Arabia Saudí, los Emiratos y Bahrein). Irán dejó claro que el acuerdo nuclear no está vinculado a ninguna otra cuestión que preocupe a EE.UU. en Oriente Medio, aunque Teherán declaró estar dispuesto a mantener conversaciones por separado sobre cualquier asunto, cuando se levanten todas las sanciones. Eso solo es posible si Estados Unidos vuelve a cumplir plenamente el acuerdo nuclear de 2015, el cual fue revocado unilateralmente por Donald Trump en 2018.
El presidente Joe Biden demostró que no estaba dispuesto a abandonar Siria e Irak y que no tiene una política clara y una estrategia definida en ambos países. Así, se espera que se mantenga el statu quo. Eso significa que si un frente, el nuclear, se enfría, la tensión entre Irán y Estados Unidos continuará en otros escenarios, seguramente con una intensidad menor. Para Irán, el mejor escenario para luchar contra Estados Unidos parece -aunque no se limita a ello- Mesopotamia, donde Irán cuenta con numerosos y fuertes aliados, dispuestos a seguir luchando y hostigando a las fuerzas estadounidenses independientemente de sus posibles pérdidas.
Tras el último ataque a las fuerzas estadounidenses, el presidente Biden reaccionó de forma inesperada ante los atacantes. Su Secretario de Defensa no cayó en la trampa y se abstuvo de atacar a las milicias iraquíes. Parece que los militares estadounidenses están aprendiendo a saltarse las represalias y a evitar el “ojo por ojo” que piden los milicianos atacantes. ¿Durante cuánto tiempo tolerará el Pentágono recibir golpes y pondrá la otra mejilla? ¿Insistirá el presidente Joe Biden en mantener todas sus fuerzas en Irak?
Lo más probable es que no. Una retirada parcial o total de las tropas estadounidenses puede ser una opción para EE.UU., siempre y cuando las fuerzas estadounidenses mantengan otras formas de fuerzas en Irak. Muchos funcionarios iraquíes, principalmente los líderes políticos chiítas, incluidos los cercanos a Irán, anuncian un cambio de bandera (de las fuerzas estadounidenses a la OTAN) que está sobre la mesa. Sin embargo, esta “cirugía estética” iraquí-estadounidense, este lavado de cara, aunque sea factible en la imaginación de ambas partes (únicamente), no será aceptada por Irán y sus aliados en Iraq. La diferencia entre los políticos y la resistencia es enorme. Los grupos armados iraquíes aprovecharán cualquier oportunidad para recordar a los estadounidenses que deben abandonar el país, y continuarán atacando los convoyes logísticos estadounidenses que atraviesan las provincias iraquíes.
Para Teherán, una “fuerza europea de la OTAN” significa sin lugar a dudas una fuerza de mando y control estadounidense, bajo cobertura europea, lo cuál indica a la República Islámica que la amenaza estadounidense contra Irán persistirá. ¿Cuáles son las opciones iraquíes en este caso? ¿Por qué a Estados Unidos e Irán les resulta difícil reunirse en un terreno común, arriesgándose a que el odio y la inestabilidad en Irak persista?
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