
Escrito por – Elijah J. Magnier:
Estados Unidos y sus aliados occidentales se preparan para una escalada significativa en su confrontación con Rusia. Esto se produce tras la decisión crucial de permitir que los países de Europa Occidental que poseen cazas F-16 los suministren a Ucrania. Aunque parece contradecir la afirmación anterior del presidente Joe Biden de que tales entregas podrían desencadenar la “Tercera Guerra Mundial”, la medida subraya la determinación de Occidente de intensificar las tensiones con Moscú. Este aumento de la confrontación se produce después de que anteriores contraataques no lograran los resultados deseados. Mientras el mundo observa, se cierne una pregunta: ¿cómo determinarán la trayectoria de la actual lucha entre Occidente y Rusia la intensificación de los ataques de Ucrania contra Moscú y otras provincias rusas, unida a la afluencia de nuevas armas letales?
Un alto diplomático de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su sede de Bruselas ha confirmado “el inicio del entrenamiento de pilotos ucranianos por parte de 12 Estados miembros de la OTAN”. Este entrenamiento incluye aviones de combate estadounidenses, franceses y británicos para ayudar a los pilotos ucranianos. Forma parte de un esfuerzo concertado para reforzar la preparación de Ucrania para enfrentarse a Rusia y mejorar las capacidades aéreas de los países que envían sus aviones para apoyar a Kiev. Esta maniobra estratégica incluye el acuerdo de Estados Unidos con Dinamarca y Holanda para suministrar a Kiev los primeros jets F-16 de fabricación estadounidense. Está diseñado para probar la respuesta de Rusia antes de que otras naciones sigan su ejemplo. Se espera la entrega de unos 100 aviones de combate o más.
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Read more of this content when you subscribe today. Como telón de fondo de la reciente ofensiva rusa, las misiones diplomáticas fueron evacuadas de Kiev en previsión de una campaña de “bombardeo de alfombra” potencialmente devastadora. Pero el Presidente ruso Vladimir Putin, convencido de que Ucrania no es un país hostil, optó inesperadamente por las negociaciones en lugar de una agresión militar desenfrenada. A pesar de los diferentes objetivos de Occidente, este enfoque fue un momento decisivo. Contrastaba fuertemente con los preparativos de Estados Unidos desde 2008, cuando el presidente George W. Bush abogó por el ingreso en la OTAN de Ucrania y Georgia. Declaró que Ucrania y Georgia eran “los únicos países no pertenecientes a la OTAN que participaban en todas las operaciones militares de la OTAN”, preparando el escenario para una confrontación geopolítica con Rusia.
El presidente Biden ha continuado por este camino, construyendo sobre los cimientos que sentó como vicepresidente bajo el mandato de Barack Obama. Este impulso continuado para ampliar la OTAN y desafiar las fronteras de Rusia revela un planteamiento planeado desde hace tiempo. Los preparativos para la confrontación han sido evidentes desde la época del presidente Bill Clinton, con la expansión de la OTAN más allá de las promesas hechas a Moscú y más allá de la alianza original de 12 miembros. La destreza del ejército ruso en el campo de batalla llevó a Estados Unidos a convocar a los jefes de Estado Mayor de más de 50 países en la base aérea de Ramstein (Alemania).
El objetivo de esta reunión era diseñar planes para proporcionar gradualmente a Kiev apoyo militar, logístico y de inteligencia. El mando militar occidental pretende armar a Ucrania con diversas armas, incluidos misiles de precisión, bombas de racimo y vehículos blindados. Esta estrategia se lleva a cabo para garantizar que el volumen, la calidad y la naturaleza del apoyo occidental a Ucrania no obligue al Kremlin a tomar represalias desproporcionadas o a utilizar armas nucleares.
Esto ha permitido al Mando Militar Conjunto occidental desarrollar las capacidades de Ucrania y apoyarla con armas que van desde misiles de precisión y fisión y fábricas de aviones no tripulados hasta diversos tanques, tras asegurarse de que Rusia aceptaba este apoyo occidental sin responder con una fuerza excesiva. Hasta ahora, el apoyo estadounidense-europeo no ha logrado derrotar a las fuerzas rusas y sus aliados, que ocuparon más de 100.000 kilómetros cuadrados de territorios ucranianos. Además, la contraofensiva ucraniana en curso no ha podido alcanzar sus objetivos, perjudicando gravemente toda la intervención y el apoyo occidentales. Estados Unidos está llevando a cabo una política de apoyo militar indirecto, instando a los países europeos a dar los primeros pasos y apresurarse a proporcionar ayuda militar a Ucrania para que la responsabilidad se extienda y distribuya entre todos, haciendo imposible el enfrentamiento ruso con todos estos países.
Estados Unidos está llevando a cabo una política de apoyo militar directo e indirecto, instando a las naciones europeas a que den los primeros pasos y se apresuren a proporcionar ayuda inicial. Esta fragmentación de la responsabilidad impide una respuesta rusa centrada y unificada al esfuerzo colectivo occidental. Por su parte, Ucrania ha llevado a cabo operaciones estratégicas dirigidas contra el puente de Crimea y operaciones encubiertas dentro de Rusia. Los drones ucranianos consiguieron atacar varias provincias rusas y obligaron a Moscú a cerrar varios aeropuertos en numerosas ocasiones. Estas acciones sirven de mensaje, demostrando la capacidad de Ucrania para llevar el conflicto al interior de Rusia. A día de hoy, se puede afirmar que todos estos ataques ucranianos no son estratégicos, no cambiarán el curso de la batalla y no disuadirán a Rusia, sobre todo porque la respuesta del Kremlin es violenta por la abundancia de sus precisos misiles y la devastación que causan en Ucrania.
La respuesta de Rusia a estos mensajes occidentales-ucranianos es mejorar sus capacidades electrónicas para contrarrestar los drones, reforzar sus capacidades ofensivas y defensivas y cerrar las brechas armamentísticas reveladas durante el enfrentamiento con la OTAN. Mientras Estados Unidos sigue violando sus “líneas rojas”, la reciente aprobación de las exportaciones de F-16 a Ucrania señala la intención de Estados Unidos de inclinar la batalla a favor de matar a más rusos en el campo de batalla. Al parecer, Ucrania no recibirá los aviones a mediados del próximo año, como se anunció oficialmente una vez finalizado el entrenamiento, sino antes. El entrenamiento está en pleno apogeo, y es poco probable que Biden espere hasta el final de su mandato para ver la batalla y los resultados de sus F-16 en su primer enfrentamiento con los Su-35 rusos.
La entrega de estos aviones, incluidos los Typhoons británicos y los jets franceses, podría inclinar la balanza a favor de Ucrania en varios campos de combate. Esta inyección de casi 100 aviones occidentales podría mejorar la capacidad de Ucrania para apoyar ofensivas terrestres y atacar estratégicamente posiciones rusas en retirada. Sin embargo, frente al arsenal ruso de 950 cazas a reacción, la esperada batalla aérea podría ser simbólica sin alterar significativamente el curso del conflicto. Sin embargo, el uso de los F-16 contra los SU-35 permitirá a muchos países actualizar sus flotas aéreas con los aviones más capaces. También prolongará la guerra hasta que tome posesión un nuevo presidente estadounidense a finales del próximo año, con la esperanza de que las cosas no se les vayan de las manos.
En última instancia, esta trayectoria de escalada camina por la cuerda floja, tambaleándose al borde de un conflicto más amplio. Aunque las entregas de F-16 pueden prolongar la guerra, no devolverán Crimea ni las regiones del Donbass a Ucrania. Por el contrario, estas acciones se alinean con los esfuerzos de EE.UU. para atraer a Rusia a un conflicto prolongado que podría afectar a su economía o causar trastornos internos. El ex presidente ruso y adjunto de Putin en el Mando de Seguridad Nacional, Dmitri Medvédev, declaró: “Ucrania será destruida, y de ella no quedarán más que cenizas, aunque lleve años o incluso décadas. Sea como fuere, no tenemos elección: destruir su sistema político hostil, u Occidente destrozará Rusia.
Esto es precisamente lo que quiere hacer la administración estadounidense: enfurecer a Rusia y sumirla en una guerra prolongada que dañará gravemente su economía. O, en el mejor de los casos, el sistema político ruso se verá gravemente dañado, a punto de volverse contra sus dirigentes. Estados Unidos quiere sumir a Rusia en una guerra prolongada que podría desestabilizar su sistema político y fomentar la disidencia interna, proporcionando un terreno fértil para “revoluciones de colores” o una “primavera rusa”. El desarrollo de los acontecimientos en Ucrania, impulsados por acciones estratégicas y el uso de armas, pone de relieve el precario equilibrio en el que navegan las potencias mundiales en un panorama geopolítico traicionero.
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