
Por Elijah J. Magnier –
En vísperas de la cumbre de la OTAN que se celebrará el próximo martes en Vilna (Lituania) y de la posterior reunión de ministros de Defensa que tendrá lugar unos días después en Bruselas (Bélgica), la posible adhesión de Ucrania a la alianza militar occidental ocupa un lugar central. El resultado de estas discusiones tiene importantes implicaciones para el actual conflicto entre Estados Unidos y Rusia en suelo ucraniano, pudiendo determinar su duración o su continuación indefinida. Sin embargo, la perspectiva de una admisión inmediata de Ucrania en la OTAN sigue siendo lejana.
Naturalmente, los miembros de la OTAN tienen reservas sobre el ingreso de Ucrania porque les pondría en confrontación con el ejército ruso, un escenario esbozado en la quinta cláusula de la constitución de la OTAN. Esta cláusula ordena la solidaridad mutua entre los miembros de la alianza en caso de ataque o amenaza militar directa. Aunque este principio no se invocó durante el casi inevitable enfrentamiento ruso-turco en Siria en 2015, cuando Ankara derribó un avión ruso y consideró innecesaria una intervención, las circunstancias actuales son mucho más peligrosas.
En una confrontación con las fuerzas combinadas de la OTAN, en caso de que Ucrania se convierta en miembro, Rusia no utilizaría la guerra convencional, ya que no puede competir con la fuerza combinada de todos los Estados miembros. En su lugar, las armas nucleares pasarían a primer plano. Estados Unidos quiere evitar este resultado porque su estrategia consiste en agotar militar y económicamente a Rusia mediante una guerra prolongada, en la que el ejército y las infraestructuras ucranianas soportarían la mayor parte de los costes.
Además, un ejército ucraniano debilitado y una economía devastada añadirían poco valor a una alianza que ya comparte más de mil kilómetros de frontera directa con Rusia, especialmente desde la perspectiva de Finlandia. En consecuencia, el llamamiento del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky a la OTAN para un ataque nuclear preventivo tendrá poca resonancia en Estados Unidos, que lidera la OTAN y dirigirá la guerra de acuerdo con sus objetivos evitando desbaratar la respuesta de Moscú.
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En consecuencia, los miembros de la OTAN, especialmente los de Europa Occidental (excluidas las naciones orientales leales, salvo Hungría), son reacios a arriesgarse a una confrontación nuclear con Rusia. Además, Europa se enfrenta a importantes cargas económicas y al malestar interno, lo que provoca ansiedad entre los funcionarios y la población. Apoyar a Ucrania, incluso bajo una considerable presión estadounidense, pasa factura a la popularidad de los funcionarios y a las tensas arcas europeas, como señaló recientemente el primer ministro húngaro, Viktor Orban, tras una reunión de líderes europeos en Bruselas. En consecuencia, entrar en un conflicto militar directo con Rusia llevaría a Europa por un camino sin retorno, que implicaría una destrucción mutua catastrófica, una perspectiva poco atractiva para cualquier nación europea. Aunque Estados Unidos ha logrado en parte la entrada de Finlandia en la OTAN, todavía no ha puesto a Rusia de rodillas. Por el contrario, ha empujado a Rusia más cerca de China y otras naciones, renunciando al completo dominio mundial que logró en la década de 1980. El profesor estadounidense John Mearsheimer afirma que Estados Unidos se ha convertido en un paria, percibido como “el matón del que todo el mundo se aparta para buscar otras alternativas y nuevos aliados y socios que no trabajen para explotar y robar sus recursos naturales y destruir su país”. Así que Estados Unidos pasa ahora el testigo a Ucrania, suministrándole munición de racimo para continuar la guerra e intentar infligir más bajas al ejército ruso tras 500 días de feroces combates. Por otra parte, Rusia ha logrado detener el contraataque ucraniano, agotando su munición, su mano de obra y sus posibilidades de avance, lo que la deja en una posición de fuerza en caso de una solución negociada. Estados Unidos se opone a las negociaciones de paz con mediación turca o africana o a cualquier otro intento de poner fin al conflicto. Cree que Rusia aún puede reconstruir su poderío militar y económico y no retrocederá ni admitirá su derrota. En consecuencia, cualquier posible solución depende de la incapacidad de Ucrania para mantener la guerra. Estados Unidos puede mantener el conflicto fuera del ámbito de intervención directa y abierta de la OTAN, retener la adhesión de Ucrania y tratar de agotar a Rusia a largo plazo. Pero quiere evitar que el Kremlin recurra a armas más devastadoras que podrían poner fin al conflicto de forma abrupta o convertirlo en una devastadora guerra total. En consecuencia, la transferencia de armas prohibidas a Ucrania por parte de más de 100 países, aunque sea aprobada tanto por Estados Unidos como por Rusia, no provoca a Moscú. Incluso si Estados Unidos suministrara a Ucrania munición con uranio empobrecido, Rusia respondería sin escalar más la situación. La declaración del Presidente turco Recep Tayyip Erdogan a su homólogo ucraniano de visita de que “Ucrania merece entrar en la OTAN” carece de seriedad y no es más que una maniobra política de Turquía que probablemente no encuentre un amplio apoyo dentro de la Alianza. En consecuencia, la cumbre de Vilna ofrecerá a Ucrania un buen apoyo, que incluye el suministro de armas y municiones, y la promesa de que Kiev acabará convirtiéndose en miembro de pleno derecho. Pero mantener a Ucrania a las puertas de la OTAN, con la promesa de que no se descarta su ingreso algún día, sigue siendo el lema de seguridad nacional de Occidente. Aunque las promesas tranquilizadoras no acompañadas de medidas concretas de ejecución no han desembocado en un conflicto nuclear en el pasado, es probable que la situación siga siendo un conflicto militar controlado. La estrategia de Estados Unidos consiste en colgar zanahorias delante de Ucrania, haciendo promesas y suscitando esperanzas poco realistas de ingreso en la OTAN. Al mismo tiempo, la dinámica de Ucrania está llevando a sus ciudadanos hacia el altar estadounidense y sus objetivos. Lamentablemente, Ucrania está destinada a irse con las manos vacías, habiendo abrazado voluntariamente la autodestrucción. Los remordimientos no servirán de consuelo cuando el polvo se asiente y las armas dejen de disparar, revelando la amarga realidad de la difícil situación de Ucrania.
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