
Por Elijah J. Magnier:
En medio del encarnizado conflicto entre Estados Unidos y Rusia por Ucrania, Siria se ha convertido inesperadamente en un punto focal de la dinámica de poder mundial. La visita de alto nivel del presidente sirio Bashar al-Assad a China, facilitada por un avión presidencial enviado por el presidente Xi Jinping, marca un cambio significativo en el panorama geopolítico. Bajo las severas sanciones económicas de Occidente, este gesto abierto de apoyo a Assad señala la intención de China de desafiar el dominio de larga data de Estados Unidos en Oriente Medio. Este movimiento de Pekín habría sido inimaginable sin la resistencia de Rusia en Ucrania. Este escenario pone de relieve la transición de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos a otro multipolar, en el que potencias como China y Rusia ocupan un lugar central. La elevación de los lazos con Siria por parte del presidente Xi y sus críticas a las “fuerzas de ocupación” extranjeras en el país envían un claro mensaje a actores significativos como Israel, Estados Unidos y Turquía. Esta postura asertiva de China, tradicionalmente conocida por su sutileza diplomática, indica un cambio sísmico en la política mundial, en el que Oriente Próximo se perfila como un campo de batalla crítico.
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