
Por Elijah J. Magnier:
En medio de una escalada de tensiones, Israel se encuentra en estado de guerra, impulsado no sólo por objetivos estratégicos, sino también por la urgente necesidad de restaurar su empañada reputación. Los recientes acontecimientos han asestado un duro golpe a la imagen de Israel, y su Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, parece ahora decidido a tomar represalias buscando alguna forma de redención en el campo de batalla. Esta búsqueda, alimentada por una mezcla de orgullo y geopolítica, está marcando el curso del conflicto y podría tener repercusiones duraderas para la región. La anticipación de la participación de Hezbolá en el conflicto en curso es palpable, y los escalones políticos y militares de la nación son muy conscientes de la amenaza que se cierne. Israel ha evacuado todos los asentamientos del norte para adelantarse a cualquier sorpresa similar a las presenciadas en las regiones meridionales cercanas a Gaza. Los cielos están a punto de convertirse en un nuevo campo de batalla, con enjambres de aviones no tripulados a punto de unirse a la refriega desde múltiples direcciones, desde Siria, Irak y Yemen. A medida que la situación se recrudece, el grito de “Unidad de los teatros” entre el “Eje de la Resistencia” que apoya a Gaza se hace más fuerte, señalando un frente unido en el horizonte.
La frontera bulle de actividad a medida que llegan refuerzos militares de ambos lados, lo que sugiere que un enfrentamiento significativo puede ser inminente. Los recientes ataques con cohetes de Hezbolá, dirigidos contra la colina de Radar y las granjas ocupadas de Shebaa y que enviaron un mensaje rotundo a escala nacional e internacional, han elevado la apuesta. Su mensaje es claro: la participación en el conflicto de Gaza no es una cuestión de “si”, sino de “cuándo”. Tanto Hezbolá como Israel parecen estar en la misma página, preparándose para lo que parece ser un enfrentamiento inevitable.
Sin embargo, el primer ministro Benjamin Netanyahu parece ir por otro camino. Reacio a detener el conflicto en curso, reconocer los contratiempos o entablar negociaciones sobre los prisioneros, su postura puede acercar a la región a una guerra a gran escala.
El impacto del conflicto en curso se deja sentir profundamente en el tejido económico y social de Israel. En un solo día tumultuoso, la bolsa israelí se desplomó nada menos que 13.500 millones de dólares, señal de la creciente ansiedad de los inversores. A la tensión económica se ha sumado la fuerte caída de la moneda local.
Pero el impacto no se limita a los gráficos financieros. Sobre el terreno, la desesperación es palpable. Un número creciente de israelíes y extranjeros se dirigen al aeropuerto civil, deseosos de escapar de las crecientes tensiones. Su urgencia aumenta porque muchas compañías aéreas extranjeras han suspendido los vuelos hacia y desde Israel. Esta salida masiva pone de relieve no sólo los peligros inmediatos del conflicto, sino también los efectos más profundos y duraderos que puede tener en la moral social y la resistencia económica de Israel. El reciente anuncio del apoyo de una fragata estadounidense a Israel puede parecer significativo. Sin embargo, en el gran esquema de las cosas, su impacto en el aumento de la moral israelí parece mínimo.
A medida que se intensifica el conflicto, el reciente despliegue de una flota estadounidense de apoyo a Israel ha atraído cierta atención. Sin embargo, personas de dentro del Eje de la Resistencia han expresado su escepticismo sobre el impacto real de esta medida.
Aunque la llegada de una flota estadounidense es una importante demostración de fuerza, el cálculo estratégico de la situación es más complicado. Israel, con sus ya formidables capacidades aéreas, cuenta con cientos de aviones y una poderosa fuerza naval. Añadir entre 80 y 90 aviones del portaaviones estadounidense puede no inclinar la balanza tan decisivamente como cabría pensar. El Eje de la Resistencia sostiene que la intervención estadounidense no garantizará la victoria.
Pero las implicaciones de este apoyo militar estadounidense van más allá de las consideraciones tácticas inmediatas. Hay una dimensión geopolítica más amplia en juego. Cualquier intervención abierta de Estados Unidos en el conflicto podría tener repercusiones mucho más allá de las fronteras de Israel. Estados Unidos mantiene una importante presencia militar en Irak, y estas fuerzas podrían convertirse en objetivo si se percibe que Estados Unidos interviene demasiado directamente en el conflicto entre Israel y Gaza. Los grupos de resistencia en Irak han sido inequívocos en su advertencia: Las bases estadounidenses en la región correrían el riesgo de sufrir ataques de represalia.
Además, los misiles supersónicos antibuque de Hezbolá añaden otra capa de complejidad. Estos misiles, si se despliegan, pueden bloquear los puertos israelíes, lo que supondría el bloqueo de una línea vital y añadiría una dimensión naval al conflicto. Esta medida agravaría aún más la situación, podría atraer a otros actores regionales y ampliar el teatro de operaciones.
El conflicto actual está profundamente entrelazado con el panorama geopolítico más amplio de Oriente Próximo. Cualquier movimiento puede tener repercusiones mucho más allá del campo de batalla inmediato. Los próximos días y semanas revelarán cómo se desarrolla esta dinámica y si la región está al borde de una confrontación más amplia y compleja.
Las fuentes también criticaron el enfoque del primer ministro Netanyahu, destacando el ataque contra estructuras civiles en Gaza, incluidas las residencias de dirigentes, personalidades de los medios de comunicación e infraestructuras vitales. Sin embargo, creen que esa destrucción anticipada es meramente táctica. Creen que estas acciones no debilitarán la determinación de la resistencia ni alterarán su plan estratégico.
Las recientes maniobras militares de Israel, incluido el despliegue de transportes de tropas, tanques y fuerzas terrestres, indican una clara intención de lanzar un asalto terrestre contra Gaza. Aunque el alcance de esta incursión podría no ser limitado, recordando a la operación terrestre de 2014 que solo penetró unos cientos de metros en Gaza, sus implicaciones podrían ser de gran alcance.
Ante estos acontecimientos, la implicación de la alianza Eje de la Resistencia se vuelve crucial. La necesidad de un frente multirregional unido y cohesionado es más urgente que nunca.
Fuentes internas han destacado la creciente unidad y fuerza de los “aliados del Eje” frente al ejército israelí. Sostienen que el ejército israelí, que tradicionalmente confía en los ataques aéreos para allanar el camino a las operaciones terrestres, evita la confrontación directa a menos que se despejen preventivamente zonas con bombardeos extensivos. Las fuentes señalan casos en los que las fuerzas israelíes se retiraron dejando atrás su material de guerra cuando militantes palestinos atacaron sus cuarteles militares en el cerco de la Franja de Gaza.
Estableciendo paralelismos con el conflicto de 2006, las fuentes sugieren que el ejército israelí puede enfrentarse a una resistencia decidida y feroz, similar a las fuerzas combinadas que encontró en el sur del Líbano tras el intenso bombardeo inicial.
El mensaje es claro: si Israel persiste en sus acciones agresivas en Gaza, el bloque unido de la resistencia está dispuesto a ofrecer un apoyo integral, posiblemente abriendo varios frentes. Esta postura se mantiene firme, independientemente de las amenazas de Occidente. Dada la dinámica actual, las fuentes ya no descartan la posibilidad de que entre en el conflicto un aluvión de aviones no tripulados suicidas lanzados desde Líbano, Siria, Irak y Yemen.
La resistencia palestina en los asentamientos que rodean la Franja de Gaza sigue siendo inquebrantable. Este continuo desafío permite comprender la aparente indecisión e incoherencia del ejército israelí. Por un lado, dicen a los 50.000 residentes de los asentamientos que evacuen, para más tarde invertir esta orden y pedirles que permanezcan encerrados.
Esta incoherencia se extiende al número de muertos. Los informes iniciales de Israel cifraban el número de muertos en 500, luego en 600, luego en 700 y luego en 800. Estas cifras fluctuantes sugieren que las fuerzas israelíes están actuando de inmediato. Estas cifras fluctuantes sugieren que las fuerzas israelíes no han podido acceder a todas las zonas de conflicto. Su incapacidad para contabilizar rápidamente todas las víctimas indica una falta de control sobre varios asentamientos, lo que subraya aún más las dificultades a las que se enfrentan en la zona de operaciones en torno a Gaza.
En un acontecimiento significativo del primer día del asalto, las fuerzas palestinas hicieron importantes incursiones, avanzando hacia los campamentos israelíes y atacando la Unidad de Inteligencia 8200, entre otros 11 cuarteles militares. Esta unidad, pieza clave del aparato de inteligencia israelí, está directamente vinculada al Mando de la División de Gaza y supervisa los drones que recopilan información para los objetivos israelíes.
El éxito del ataque contra esta unidad, que ha provocado su destrucción y la supuesta captura o eliminación o huida de su personal, ha afectado gravemente a las capacidades de inteligencia del ejército israelí. Este revés es evidente en la falta de inteligencia procesable del ejército israelí. Parece que no ha sabido anticiparse ni contrarrestar a los combatientes de la resistencia que consiguieron capturar a soldados israelíes y moverse libremente dentro y fuera de Gaza incluso en el tercer día del conflicto. Este fallo subraya la resistencia y la capacidad estratégica de la resistencia palestina y la debilidad del ejército israelí cuando se enfrenta a militantes decididos.
Tal y como están las cosas, el Primer Ministro Netanyahu se encuentra en una posición precaria. El ejército israelí, sorprendido por la capacidad de resistencia y la profundidad estratégica de la resistencia palestina, parece desorganizado. Netanyahu necesitará probablemente varios días para recalibrar y reorganizar sus fuerzas. Esta pausa garantizaría que ningún miembro de la resistencia permanezca fuera de Gaza, lo que permitiría un asalto terrestre más calculado.
Pero el elemento sorpresa, un factor crucial en las operaciones militares, ya se ha perdido. Las fuerzas israelíes se debaten en la confusión, y el recuento de sus bajas se cierne sobre ellas. Las estimaciones preliminares sitúan el número de muertos entre 800 y 1.000 israelíes. Si estas cifras se mantienen, las pérdidas superarían a las sufridas por Israel en la Guerra de los Seis Días de octubre de 1967, cuando se enfrentó a una coalición de naciones árabes. La comparación subraya la gravedad de la situación actual y los retos a los que se enfrenta Netanyahu en el camino que tiene por delante.
Los incesantes bombardeos israelíes sobre la población civil de Gaza, región sumida ahora en un feroz asedio, sugieren un sombrío pronóstico para los próximos días. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha adoptado una postura dura en el conflicto actual, confirmando medidas que incluyen el corte de suministros esenciales como electricidad, alimentos y combustible a los palestinos. Su controvertida referencia a los palestinos como “animales” ha avivado aún más las tensiones y suscitado duras críticas.
Aunque Gallant afirma que el objetivo es diezmar las capacidades militares de Hamás, la realidad pinta un panorama distinto. Se han atacado infraestructuras críticas, como ambulancias y hospitales, y se han demolido viviendas civiles. Estas acciones plantean dudas sobre la proporcionalidad y la ética de las operaciones militares israelíes, ya que la población civil sigue siendo la más afectada por el conflicto.
La magnitud de la ofensiva israelí pone de manifiesto la enorme disparidad de capacidades militares entre la fuerza aérea israelí y los militantes palestinos. Estos últimos están desigualmente armados y se enfrentan a un adversario abrumador. Este uso desproporcionado de la fuerza ha reavivado los debates sobre la ética y las implicaciones de un conflicto tan unilateral, mientras sigue aumentando el número de víctimas civiles en Gaza.
Además, la Directiva Aníbal del ejército israelí, un controvertido protocolo que permite al ejército acabar con la vida de sus soldados capturados para evitar que sean secuestrados con vida, ha sido objeto de escrutinio en el actual conflicto de Gaza. Los informes sugieren que los bombardeos israelíes de Gaza han causado la muerte de cuatro soldados israelíes capturados. Además, otros seis soldados capturados por militantes palestinos el tercer día del conflicto murieron mientras eran trasladados a Gaza.
La directiva Hannibal ha sido durante mucho tiempo objeto de debate y crítica, tanto en el ámbito nacional de Israel como en el internacional. Los recientes sucesos de Gaza, en los que parece haberse invocado la directiva, probablemente reavivarán los debates sobre sus implicaciones éticas y las consecuencias más amplias de una política de este tipo en el contexto de la guerra.
A medida que la semana se acerca a su fin, aumentan las especulaciones sobre la inminencia de una operación terrestre contra Gaza, que podría comenzar a finales de esta semana. El enclave, ya sometido a intensos bombardeos, parece enfrentarse a la perspectiva de una agresión intensificada. Pero el Eje de la Resistencia parece estar preparándose para este importante enfrentamiento. Si el conflicto se recrudece, Israel podría encontrarse frente a adversarios en varios frentes. No puede descartarse la posibilidad de una nueva espiral.
En el panorama siempre cambiante del conflicto entre Israel y Gaza, los estrategas militares idean constantemente nuevas tácticas y estrategias. Una de esas estrategias que ha salido a la luz recientemente, según los planificadores militares, es la posible división de Gaza en dos partes diferenciadas. De llevarse a cabo, las fuerzas israelíes atravesarían la región más estrecha de Gaza, dividiéndola en dos.
Hay muchas razones para una medida tan drástica. En primer lugar, al establecer una presencia física en Gaza y dividirla, Israel pretende reafirmar su dominio militar y restaurar su capacidad disuasoria. Los recientes acontecimientos han empañado en cierta medida la imagen de invulnerabilidad de Israel. Al tomar y mantener el terreno en Gaza, el ejército israelí espera enviar un mensaje claro sobre su capacidad y determinación.
En segundo lugar, el movimiento se ve como una forma de aliviar el sentimiento de humillación que sienten algunos en Israel como resultado del conflicto en curso. Al establecer el control, aunque sea temporal, sobre partes de Gaza, el ejército israelí pretende proyectar fuerza y determinación, tanto a su público nacional como a la comunidad internacional.
Por último, al mantener su presencia en Gaza, Israel podría utilizar su posición como moneda de cambio en las negociaciones. La eventual retirada de las fuerzas israelíes de las zonas ocupadas de Gaza y la liberación de los rehenes podrían vincularse a concesiones específicas de la otra parte.
Sin embargo, es importante subrayar que esta estrategia es un escenario extremo. No cabe duda de que esta medida agravaría aún más el conflicto, podría atraer a otros actores regionales y dar lugar a un enfrentamiento más amplio y prolongado. El coste humano de una operación de este tipo, tanto para los habitantes de Gaza como para los soldados israelíes, podría ser considerable.
Además, la reacción de la comunidad internacional sería impredecible. Mientras que algunos podrían considerarla un paso necesario para restaurar la estabilidad, otros podrían verla como un uso desproporcionado de la fuerza que complicaría aún más los esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto.
El curso de este conflicto depende en gran medida de las decisiones del Primer Ministro israelí. ¿Apretaría el límite y podría atraer a su aliado estadounidense, ocupado en combatir a Rusia en Ucrania? Oriente Próximo se encuentra en una encrucijada, con nubes ominosas que se ciernen en el horizonte.
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